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Aventura en Mozambique

  • Tania
  • 16 oct 2017
  • 9 Min. de lectura

Un par de barquitos descansan sobre el mar, en Maxixe

Estuvimos 25 días en Mozambique, desde el 3 hasta el 28 de Junio, aunque el país se puede recorrer perfectamente en menos tiempo. De todos modos, tengan presente que sólo viajamos por el sur y centro-oeste. No fuimos al norte, que según escuchamos, es precioso.

Habíamos leído maravillas del país, pero la verdad es que no es de nuestros favoritos en África. Nos pareció caro para la calidad de los servicios, probablemente porque su turismo apunta a los sudafricanos que cruzan los fines de semana o en el verano a las playas del océano índico; tanto así, que en el sur de Mozambique se puede pagar todo con Rand Sudafricano (“ZAR”).

Yo gasté alrededor de CLP$420.000 o USD$655, lo que incluye la visa y dos buceos. CLP$16.800 por día, que no está mal, pero tampoco es el ideal considerando que no hicimos safaris, ni nada que costara mucho dinero (salvo bucear), e hicimos couchsurfing 7 días.

El idioma oficial es el portugués, y la moneda el Metical Mozambiqueño (“MZN”).

VISA ON ARRIVAL

Desde Nelspruit (Sudáfrica) comenzamos lo que sería una gran travesía por tierra por el este de África, y nuestra primera parada era Mozambique. Tomamos un furgón (“chapa”) de Nelspruit a Maputo -capital de Mozambique-, y en 6 horas ya estábamos en la ciudad. Lo ideal es tomar un bus, pero nosotras no teníamos visa para entrar a Mozambique, por lo que las compañías de buses de Sudáfrica no nos quisieron vender el pasaje. No nos quedó otra entonces que tomar un furgón pero, a diferencia de nuestras experiencias en Madagascar, el viaje no fue tan terrible.

Según varias fuentes, lo mejor es obtener la visa para Mozambique por adelantado, porque la policía en Mozambique tiene fama de ser corrupta y se puede poner complicado hacer el trámite en la frontera. Nosotras obtuvimos la visa a nuestra llegada sin mayores problemas, pero sólo porque íbamos a hacer couchsurfing en Maputo y nuestro anfitrión nos envió una carta en portugués firmada por él, señalando que nosotras ingresábamos al país a visitarlo, junto con una fotocopia de su pasaporte. Nos costó ZAR$892 (CLP$43.000 o US$67) –porque se puede pagar en distintas monedas-, y nos dieron un recibo por una suma menor, así que probablemente pagamos más de lo que correspondía, pero bueno, sirvió de lección para el futuro.

Antes de llegar a la frontera se bajaron varios de los pasajeros y la chapa quedó con la mitad de sus ocupantes. Pasamos por Policía Internacional y luego de avanzar alrededor de un kilómetro aparecieron los pasajeros que se habían bajado antes y se subieron a la chapa para continuar el recorrido. Lo cierto es que las fronteras en África no están muy bien controladas, así que para los locales es muy fácil pasar de un país a otro sin tener pasaporte. Tema aparte es que los europeos separaron a tribus, clanes y comunidades y armaron los países a su pinta, por lo que los grupos étnicos que estaban acostumbrados a transitar de un lugar a otro –porque esa era es su tierra- ahora ven limitada su movilidad por los límites artificiales impuestos por los colonizadores.

MAPUTO

La Iglesia de San Antonio Pulano, en Maputo

Nuestra primera impresión de los mozambiqueños fue excelente. Los que venían en la chapa con nosotras nos ayudaron en la frontera, y como no teníamos celular, uno de los pasajeros hasta me prestó el suyo para llamar a Luis, nuestro anfitrión en Maputo.

Luis y su novia Irene vivían juntos en la casa de una de la mamá de Luis (que estaba en Portugal por el momento), que quedaba en el mejor barrio de Maputo, al lado de todas las embajadas. Nos llamó la atención que hubiera un guardia por casa. Luis no le veía mucho sentido a tener un guardia, porque eran fácilmente sobornables, así que optó por un par de perros grandes para amedrentar a los ladrones. Los perros tampoco eran necesarios la verdad, porque Luis e Irene eran campeones nacionales y africanos de karate y yo no me hubiese atrevido ni a mirarlos feo.

Luis era musulmán e Irene cristiana, ambos extremadamente educados (hablaban inglés como si fuera su lengua materna), tolerantes y progresistas. Aprovechamos de conversar con ellos acerca de las dificultades que experimentan los deportistas profesionales, y es que si en Chile es difícil serlo (a menos que seas un futbolista), en Mozambique ni les cuento. Ellos se partían el lomo trabajando y entrenando para poder competir y el gobierno no los ayudaba con ningún peso. Nos mostraron los contrates entre la gente que habita la ciudad, y conversamos acerca del gobierno actual y los problemas que enfrentan como país. También hablamos del racismo “inverso”, porque a pesar de haber nacido y criarse en Mozambique, Luis (blanco) e Irene (mestiza) tenían problemas a diario con sus compatriotas por cuestión de su color, como pudimos comprobar con nuestros propios ojos un día.

El día que llegamos estaba por finalizar el Ramadán y fuimos invitados a comer un festín exquisito a la casa de Yara -una mozambiqueña de papá chileno- y su novio. El papá de Yara era una piloto chileno, que tenía 9 hijos, todos con una mujer distinta en un país distinto. No supe si enorgullecerme o morir de vergüenza.

En Maputo –como en la mayoría de nuestros destinos en África- nos dedicamos mayoritariamente a comer. Fuimos al Mercado do Peixes, donde hay un display de productos del mar. Nosotras elegimos un pez y Celia -una cocinera del lugar- lo preparó. El pescado, la preparación con papas fritas y una cerveza nos costaron MZN$1.350 (CLP$14.000 o USD$22). También fuimos a comer a Inter Thai, un restaurant tailandés bastante agradable. El curry con arroz costaba MZN$400 (CLP$4.000 o USD$6.50). Con nuestros anfitriones, además, probamos la comida local: la MATAPA, una salsa que se hace con coco y hojas de cassava, muy parecida al Ravitoto de Madagascar.

La ciudad en sí no ofrece mucho, pero el clima es agradable para recorrerla a pie. Podemos destacar la FEIMA, un mercado de artesanías muy grande por el que vale la pena darse una vuelta, y la iglesia San Antonio Pulano, cuya arquitectura nos cautivó.

TOFO

Atardecer en Tofo

Después de 5 días en Maputo, era hora de partir a la playa. La forma más popular de llegar a Tofo, en la costa de Mozambique, es con la chapa que ofrece el hostal Fátima. La chapa parte a las 5 de la mañana con los turistas que tenga, para en la estación de buses hasta que se ocupen los asientos que quedan vacíos (nosotras estuvimos 2 horas esperando) para luego partir hacia Tofo. Cuesta MZN$900 (CLP$9.000 o USD$15) y llega a las 3 de la tarde.

En Tofo hay una gran variedad de alojamientos disponibles (airbnb, couchsurfing, hoteles y hostales). Nosotras nos quedamos en el hostal Fátima, donde la cama en el dorm costaba MZN$400 (CLP$4.000 o USD$6.50) y como Mozambique estaba con muy pocos turistas (porque era temporada baja y además habían recién acabado una “guerra civil” o conflicto interno), éramos siempre 3 o 4 en un dorm para 16. El hostal tiene restaurant, bar, wifi, queda a metros de la playa y además tiene cocina.

La playa de Tofo es exquisita; la arena se extiende por varios kilómetros, por las mañanas no hay olas, y en la tarde las que hay son perfectas para aprender a surfear. Hay restaurantes y locales de comida para todos los gustos y una buena oferta de bares y panoramas nocturnos. Nosotras ultrarecomendamos GUJU’S. Este restaurant queda en el camino que da al hostal Fátima, y aunque por fuera no pareciera ser la gran cosa, la comida es espectacular. La prepara el dueño, un pakistaní guapísimo de unos 30 años -que además es el DJ del pueblo-, y se nota en los platos su talento en la cocina.

Además de comer, junto con un portugués y una pareja de alemanes contratamos un velero para que nos llevara por el día a hacer snorkel y a conocer la Ilha do Porcos (Isla de los Puercos). Pagamos MZN$1.700 (CLP$17.000 o USD$28) cada uno, lo que incluía el transporte (camioneta y velero artesanal), el equipo de snorkel, desayuno, almuerzo y la visita a la isla. El snorkel fue bastante malo, no había mucha fauna, pero disfrutamos el paseo en el velero artesanal y poder compartir con los niños de la isla. De todas formas, entre la Isla de los Puercos y Bazaruto (en Vilanculos), recomendamos Bazaruto para hacer snorkel.

Una tarde nos aventuramos también a hacer surf. Las tablas las arriendan a MZN$300 (CLP$3.000 o USD$5) por medio día en Surf’s Shack.

BUCEO

Una de las razones por las que yo tenía muchas ganas de visitar Mozambique es que había escuchado maravillas del buceo en el canal de Mozambique, y Tofo tenía fama de ser uno de los mejores lugares para bucear. Hay varios centros de buceos (todos manejan los mismos precios) y yo opté por bucear con Liquid, porque me cayó muy bien Ricardo, un instructor colombiano. Los mejores bichos están a profundidades por debajo de los 24 metros y yo sólo estaba certificada para bucear hasta 18, así que tuve que contratar un “buceo especial”, que me permitía bajar a mayor profundidad. El precio fijo era de MZN$6.000 (CLP$60.000 o USD$98), pero me ofrecieron un 20% de descuento y finalmente quedó un MN$4.800 (CLP$48.000 o USD$78).

Fuimos a Manta Bay y a Rock’s Bottom. Mi experiencia fue bastante mala, pero creo que a veces tocan días malos. En cualquier caso, me gustaría volver a bucear ahí porque me quedé con las ganas de ver tiburones ballenas y otros bichos.

VILANCULOS

Junto con Paula, una madrileña muy chistosa, y Emma, una danesa de 19 años, partimos desde Tofo hacia Vilanculos, un pueblo costero ubicado 300 kms al norte de Tofo. La forma más rápida de llegar es: chapa de Tofo a Inhambe (MZN$50), ferry de Inhambe a Maxixe (MZN$15) y por último chapa de Maxixe a Vilanculos (MZN$400).

En Vilanculos nos quedamos en el hostal Baobab Beach, donde la cama en el dorm costaba MZN$500 (CLP$5.000 o USD$8). Tenía bar, restaurant, wifi, cocina, arriendo de kayaks y quedaba a orillas de la playa.

Paula y Emma fueron en velero a la isla de Bazaruto, negociaron directamente con los pescadores y les costó alrededor de MZN$3.000 (CLP$30.000 o USD$50), lo que incluía el velero artesanal, la comida, los fees de la reserva natural, el equipo de snorkel y -por supuesto- el snorkel. Según nos contaron después, el lugar es increíble y vieron cientos de peces. Nosotras estábamos un poco pasadas en el presupuesto, así que arrendamos un kayak por medio día a MZN$500 (CLP$5.000 o USD$8) en el hostal y nos fuimos a explorar por nuestra cuenta.

La Nata haciendo dedo a la orilla del camino

CHIMOIO

En Mozambique hay tres formas de moverse por tierra: en bus (recomendamos NAGI), con chapa (furgón repleto de gente que para cada dos minutos a dejar o recoger a alguien), o en “boleia” (“a dedo”). Escogimos esta última opción para viajar de Vilanculos a Chimoio (469 kms al norte de Vilanculos), porque es más rápido y más barato. Anduvimos en dos autos, en el pickup de una camioneta y en un bus, y tardamos alrededor de 9 horas, pero finalmente llegamos al hostal Pink Papaya, en Chimoio.

La cama en el dorm costaba MZN$500 (CLP$5.000 o USD$8), no tenía wifi, ni restaurant, ni bar, pero si tenía una cocina bien equipada. Además, te guardan el exceso de equipaje si vas a hacer trekking a Chimanimani y arriendan sacos de dormir y colchonetas. (Del trekking a Chimanimani les contaremos próximamente en otro post.)

Chimoio es una ciudad agradable, pero en la que no hay mucho que hacer. Sirve de parada intermedia para cruzar a Zimbabwe, para ir a hacer trekking a la cordillera de Chimanimani, o bien, para viajar a la provincia de Tete.

TETE

Nuestro plan era ingresar a Zimbabwe desde Chimoio, pero al llegar a la frontera nos informaron que –por ser chilenas- teníamos que tener una visa pre-aprobada por internet. Tristes, sin muchos días más de visa para Mozambique, volvimos a Chimoio, donde gracias a una conversación con Jimmy Knox (un mochilero de 72 años) descubrimos que había un consulado de Malaui en Tete, así que para allá partimos. Tomamos una chapa por MZN$300 a Guro, y desde ahí un bus Nagi por MZN$200 a Tete.

En la ciudad no habían muchas alternativas para mochileros, salvo el campamento “Jesus é bom” (Jesús es bueno), pero que a nosotras nos pareció caro para ser un camping, así que nos dimos un lujo y pasamos las primeras dos noches en el Hotel Anif, donde la habitación costaba MZN$2.300 (CLP$23.000 o USD$37). Los siguientes días hicimos couchsurfing con Mark, un profesor sudafricano que trabajaba en un colegio internacional.

Tete es una ciudad que se está desarrollando rápidamente, gracias a la industria del tabaco y al descubrimiento de minerales, pero en la que no hay mucho que hacer. Nosotras tuvimos la suerte de tener como anfitrión a Mark, quién nos cocinó unas pizzas y unos sándwiches exquisitos durante nuestra estadía, y con quién pudimos conversar acerca de la educación en África.

Más fotos y vídeos de nuestras aventuras en la cuenta de instagram @travesia_al_infinito

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